La terapia Gestalt es una terapia humanista que nace durante los años 50 como respuesta a las terapias que insistían mucho en el trabajo sobre el pasado (infancia, experiencias pasadas, etc.)
como por ejemplo el psicoanálisis.
Es un sistema terapéutico totalmente experiencial, desarrollado por Friz Perls, su mujer Laura, Paul Goodmann y Ralph F. Hefferline. El nombre proviene de la llamada psicología de la forma o
Psicología Gestalt ("gestalt" es una palabra alemana que significa "forma, estructura, configuración, como un todo unificado de todas las partes") de la que toma algunos aspectos fundamentales
como la tendencia de la percepción humana a completar las formas inconclusas.
Consiste en una terapia concentrada en el "aquí y ahora", siempre en tiempo presente, como único espacio donde la transformación puede llegar a tener lugar. Podemos trabajar también con el pasado
pero explorando y observando las implicaciones presentes y la forma en que nos afecta en el aquí y ahora.
Es una terapia de contacto con las emociones (darse cuenta en el aquí y ahora). La idea de la terapia Gestalt es que la persona llegue a ser ella misma, no aquello que no le corresponde o aquello
que se espera de ella. Utilizar su propio potencial, ser un líder sin ser un rebelde, que pueda apoyarse en sí misma en lugar de apoyarse en los demás o en las cosas, y ayudándole en definitiva a
asumir la responsabilidad sobre su propia vida, sus emociones y sus pensamientos.
A esta pregunta queremos responder con las misma palabras que Víctor Levant, un terapeuta gestáltico canadiense, utiliza en un maravilloso artículo para describir qué es la terapia Gestalt y qué significa para él ser terapeuta gestáltico. La siguientes frases proceden de ese artículo (para leer el texto completo ver aquí).
Yo me concentro en lo obvio y en lo emergente.
En la primera sesión, yo escucho su historia, que es lo que lo trae a terapia, la emoción detrás de sus palabras sobre lo que es importante para ellos, el
significado y etiquetas que ellos aplican a su experiencia, las razones a las que ellos adjudican su enfermedad, el grado de responsabilidad que ellos asumen, y también todo aquello que han hecho
para aliviar su sufrimiento, porque no ha funcionado.
Establezco un contrato de terapia para darles responsabilidad inmediata. He aprendido a preguntar que es lo que quieren, como se imaginan a ellos mismo estando
bien, el impacto potencial de sus relaciones, el tiempo que ellos piensan que tomará y cómo conciben su rol. Si yo considero su visión irreal, se lo haré saber.
En terapia, escucho lo que ellos dicen que les falta para el dominio de ellos mismos. Me interesa su tono de voz, su postura, gestos, cómo caminan, cómo se
sientan, cómo se mantienen de pie, cuánto esfuerzo realizan, si se van rápidamente o se quieren quedar al final de su sesión. Me interesa su capacidad de cómo perciben su cuerpo, su entorno, de
cómo identifican sus necesidades, movilizan sus recursos y cumplen sus metas, y todo lo que hacen para interrumpir su proceso natural. Trabajo para ayudarles a admitir lo que ellos sienten, hacer
lo que ellos hacen, para hablar desde el corazón, moverse en armonía, pensar con sentimientos, y es aquí donde me interesa lo que yo hago para obstaculizarlos.
Yo apruebo expresiones genuinas y honestas y confronto las falsas y autodestructivas. En este punto yo escucho las necesidades mas profundas normalmente
expresadas en una forma inadecuada. Trabajo las polaridades para restablecer el equilibrio y la función natural.
Si ellos hablan de un error de su pasado esperando un castigo o absolución, yo les preguntaré qué fue lo que aprendieron. Cuando ellos lo comprenden, les hago
regresar a los hechos. Si ellos proponen una acción que va en contra de sus valores, les pregunto cómo pueden vivir con ello. Cuando ellos culpan a alguien, yo debo ponerlos en los zapatos del
otro. Cuando ellos hablan de ser rechazados, les pregunto como ellos rechazan a otros o a ellos mismos. Yo puedo pedirles que exageren un gesto, una actitud, una mala postura o sólo les pido
hacer menos esfuerzo.
Cuando juzgo una reacción como excesiva, les preguntaré a que situación les recuerda; a la que ellos la están relacionando. Si ellos me hacen una pregunta,
yo les pediré que establezcan que es lo que están pensando. Y cuando decido responder, lo hago honestamente sin consentirlos.
Si ellos encuentran un duelo insuperable, yo comparto uno mío, y dejo mostrar mi dolor.
Si son incapaces de identificar sus emociones, puedo suspirar una palabra o sugerir dibujen sus sentimientos
Cuando un cliente llora por la muerte de un ser amado, le pido que llore por el mismo.
Cuando un cliente expresa culpabilidad, verifico sus resentimientos.
Cuando ellos olvidan algo que dijeron en alguna sesión anterior, yo debo recordarles lo que alguna vez me compartieron. Yo les indico cuando ellos están
regresando al pasado o están anticipando el futuro. Cuando ellos buscan el control de todo, les recuerdo la fuerza que hay detrás de nosotros.
Si me conmuevo o me aburro se los diré. Si me siento enojado, incapaz o incompetente, puedo optar por comunicarles como me siento. Comparto el mensaje que recibí
de ellos. Si una imagen se cruza en mi mente, la evocaré. Y en el momento oportuno les pediré que me pregunten.
En la medida en que yo acepte el curso de mi vida, mis propios ritmos y cambios, mis peores cualidades y mis propias dificultades en la vida, existe la posibilidad de que mi cliente saldrá de esconderse a encontrarme, de corazón a corazón, en ese espacio entre arrepentimiento y miedo, llamado terapia.