Carpe Diem

 María F. Jiménez

El enfoque gestáltico hace hincapié en estar presente en el aquí y ahora. Desde el punto de vista terapéutico, esto contrasta con las terapias analíticas centradas en examinar el pasado. Claudio Naranjo destiló la filosofía gestáltica en unos principios básicos, y el primero es “Vive ahora, es decir, preocúpate del presente más que del pasado o el futuro”.

¿Qué relación tiene esto con el aforismo Carpe Diem?


Carpe Diem es ya parte de la cultura popular: disfruta el momento sin pensar en el futuro. ¿Es que se da por supuesto que el presente siempre es agradable? ¿O es que solo hay que entregarse al presente en ese caso?

En realidad el Carpe Diem de Horacio (65 a.C.- 8 a.C.) no es un lema con reminiscencias de anuncio de Coca-Cola ambientado en una celebración sin fin. Horacio dice que hay que emplearse en el presente para que el futuro no dependa tanto del destino. El futuro surge del presente, y la conciencia de cómo surge el devenir permite participar de manera más activa en ese proceso.



Epicuro, el padre del Epicureismo, hablaba de buscar el placer, sí, pero el placer al que se refería era “para el cuerpo el no sufrir, y para el alma, evitar las perturbaciones”1 tampoco por completo fuera de nuestro alcance”2

El enfoque gestáltico plantea que, estando en el presente, es posible afinar la conciencia para percibir lo que hay, qué necesidades se mueven y qué opciones hay para satisfacerlas según avanza el momento. No poniendo la atención por
delante o por detrás del presente es posible interactuar directamente con lo que hay en lugar de con las propias proyecciones. Cuanto menor es la proyección de lo que uno cree saber, más atención queda disponible para percibir lo menos obvio y abrirse a posibilidades que integren mejor los distintos planos de la persona y a esta en su entorno, de manera que se alcance una mayor armonía. O el placer que describe Epicuro. Esta alineación con lo que es, como el equilibrio, como la respiración, necesita ser renovado momento a momento, volviendo a dirigir la atención a percibir el presente. Así, Carpe Diem se desdobla como lo que es, una orientación profundamente filosófica y existencial.

 

Gracias a Francesca Prince por su asesoramiento y la inspiración de su artículo “La Píldora de Epicuro”, publicado el 5 de Mayo de 2011 en el No5 de Filosofía Hoy.


 


1 Epicure, Letter to Menoeceus.
2 Epicure, Ibid.

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Crecimiento

 

Hierba bajo mis pies, p. 14-15

Bruno-Paul de Roeck

(Tradución libre del alemán) 


En la terapia Gestalt no es relevante saber si ya estás en terapia o no. Lo fundamental es que estés dispuesto a trabajar en ti mismo. Para algunos puede sonar por ejemplo como: "soy gerente (o profesor o trabajador social) y siempre trabajo con gente. Es mi profesión y la quiero desempeñar tan humanamente como me sea posible, ya que que es al mismo tiempo la parte más importante de mi vida. Quiero reconocer con claridad, cómo mis errores hacen que las cosas salgan mal, quizá pueda cambiar algo". Para alguna pareja puede ser este el motivo: "Hemos llegado a un callejón sin salida en nuestra relación. Y esto desde hace mucho tiempo. Queremos romper definitivamente este círculo vicioso. ¿Pero cómo?".

Foto: Nur eine Knospe - René Kriesch

Alguien puede decir: "Me estoy volviendo viejo. El año pasado le he dado muchas vueltas al tema de la muerte. Pero de una forma que me bloquea y que me mata ya mismo. Esto no lo quiero dejar así." O también: "soy tan tímido con otras personas, que casi no me atrevo ni a hacer recados", etc. En este tipo de situaciones inconclusas es donde la terapia Gestalt puede ayudar, porque son situaciones que hay que resolver antes de poder seguir viviendo saludablemente.

 

Un ser humano sano es para mí alguien que tiene un buen contacto con la realidad: con el mundo grande y pequeño entorno a él y dentro de él. Yo mismo me veo justo en medio: entre el ser sano y el enfermo. A veces tiendo más hacia la izquierda y a veces más hacia la derecha. Así les ocurre a la mayoría de los seres humanos, creo yo, y así lo veo también como terapeuta en todos mis clientes.

 

Vivimos en dos planos distintos: el plano de la realidad donde tenemos contacto con nuestras propias emociones, con nuestros sentidos, con aquello que ocurre en nuestro cuerpo o a nuestro alrededor. Por otro lado existe el plano que llamamos intelectual o pensante en el que nos engañamos a nosotros mismo y a nuestro entorno. Este es el espacio donde rumiamos; donde nos ocupamos con lo que los otros pueden pensar, decir o esperar de nosotros. Es el plano donde continuamente nos repetimos a nosotros mismos: "qué no haríamos si no fuera porque...", aquello que desde hace tanto tiempo añoramos; donde nosotros mismo nos herimos sin dar ni siquiera un paso adelante. Es el plano donde nos imaginamos todas las posibles catástrofes que nos esperan a nosotros o a nuestros hijos en la caja de Pandora. Donde nos quejamos de nuestros padres "que nos han obligado a estudiar, o no nos dejaron, de tal forma que ahora..." Es el plano en el que siempre nos movemos en círculo inventando nuevas razones para desenterrar viejos problemas o especulando sobre el futuro... de tal forma que no tengamos que asumir el riesgo de "vivir ahora". Este es el plano donde nos enfermamos a nosotros mismos aterrorizando lo que ahora verdaderamente somos con lo que queremos o deberíamos ser.

 

Los elefantes no intentan convertirse en jirafas o en golondrinas. Los rábanos no intentan convertirse en remolachas. Sin embargo nosotros intentamos ser lo que no somos. Nos ahogamos en ideales inalcanzables o que sólo podemos conseguir a costa de nuestra propia existencia. Caminamos de puntillas para no molestar a nadie y nos enfadamos después si nos duelen los dedos de los pies.

Foto: Na, ob die Afunahme was wird...

René Kriesch

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Conocimiento, experiencia, y ser en psicoterapia

 

"Conocimiento, experiencia y ser en psicoterapia"

Victor Levant

 

Este artículo fue presentado en 1997 en la Conferencia Anual de Québec de la Sociedad de profesionales Psicoterapeutas, el cual responde a la pregunta: ¿Cuáles son las actitudes, habilidades y talentos de un terapeuta experimentado? Yo me pregunto cómo explicar sin decir lo que ya se ha dicho, cómo hablar sin presunción o vanidad. Y lo único que yo sé, es qué hacer. Intenté acortar mis pensamientos a lo más esencial. Fui forzado a confrontar mis limitaciones, anular cualquier comparación con alguno de mis allegados, evitar la tentación de teorías grandiosas y tomar el riesgo de exponerme a mí mismo ante la gente. En ese momento escribí un texto, entonces lo volví a leer para asegurarme que las palabras que yo escribía resonaban en mí. Me preguntaba cómo mis colegas lo recibirían: como un cúmulo de preceptos mundanos o de la simplicidad profunda que yo buscaba. Conmovidos, me empujaron a compartir esto con todos los demás.

 

Victor Levant, Ph.D.
Victor Levant, Ph.D.
Yo soy un terapeuta gestáltico. Yo puedo hablar solamente de mí mismo. Trabajo con un conjunto de suposiciones.

El conocimiento da la experiencia y la calidad de esta última depende de nuestro ser.


Para mí, el único significado que tiene el universo es el que cada individuo le da.


La vida es una serie de procesos con distintos ritmos y ciclos.


Todo organismo sano tiende a satisfacer sus necesidades en la búsqueda de un nuevo equilibrio.


Nosotros existimos en relación con los otros, seamos concientes o no de ello. Nosotros somos quien somos para bien o para mal.


Somos responsables de lo que pensamos, hacemos, decimos o sentimos.


Estamos limitados por nuestros códigos genéticos, nuestra piel, nuestra educación y lo inevitable de nuestra muerte.


Lo que es, es. Lo que fue, fue y nunca será jamás. Lo que cuenta es lo que tenemos frente a nosotros, aquí y ahora.


Las cosas pasan; no podemos culpar a nadie


Solamente aceptando lo que es, incluyendo nuestras peores cualidades, sin juicio o reserva, puede ocurrir una apertura para que lo nuevo surja.


Compromiso es la única respuesta que he encontrado para la ansiedad existencial.


Los clientes vienen a la terapia porque no pueden soportarse a si mismos en su entorno; ellos sienten que no pueden ser fieles a ellos mismos en relación con los demás; ellos se sienten mal y quieren sentirse mejor.


Yo tengo la convicción de que el cliente es lo suficientemente inteligente, para saber en los más profundo de su corazón, qué es lo mejor para él. Ellos lo han evitado, rechazado, enterrado u olvidado.


El cliente está fundamentalmente sano, su decisión de empezar con la terapia es una sana respuesta a su necesidad vivida.


Cada cliente tiene sus propias experiencias, valores, caminos y ritmo de cambio.


Ellos tienen el derecho de tener el cuidado, dudar, dar marcha atrás, permanecer callados o dejar la terapia si ellos así lo desean.


Yo me concentro en lo obvio y en aquello que emerge.


En la primera llamada telefónica, escucho como el cliente busca mi ayuda,  y abro mis sentidos a la manera en que lo hace.


En la primera sesión, yo escucho su historia, que es lo que les trae a terapia, la emoción detrás de sus palabras sobre lo que es importante para ellos, el significado y etiquetas que ellos aplican a su experiencia, las razones a las que ellos adjudican su enfermedad, el grado de responsabilidad que ellos asumen, y también todo aquello que han hecho para aliviar su sufrimiento, porque no ha funcionado.


Establezco un contrato de terapia para darles responsabilidad inmediata. He aprendido a preguntar qué es lo que quieren, cómo se imaginan a ellos mismo estando bien, el impacto potencial de sus relaciones, el tiempo que ellos piensan que tomará y cómo conciben su rol. Si yo considero su visión irreal, se lo haré saber.


También establezco un marco de seguridad para nuestro trabajo como un símbolo de compromiso mutuo: el tiempo y la frecuencia de sus sesiones, la tarifa y el oportuno aviso de una cancelación. Cuando me voy de vacaciones, doy la noticia anticipadamente, así los clientes tomarán en cuenta mi ausencia.


En terapia, escucho lo que ellos dicen que les falta para el dominio de ellos mismos. Me interesa su tono de voz, su postura, gestos, cómo caminan, cómo se sientan, cómo se mantienen de pie, cuánto esfuerzo realizan, si se van rápidamente o se quieren quedar al final de su sesión. Me interesa su capacidad de percibir su cuerpo, su entorno, de cómo identifican sus necesidades, movilizan sus recursos y cumplen sus metas, y todo lo que hacen para interrumpir su proceso natural. Trabajo para ayudarlos a admitir lo que ellos sienten, hacer lo que ellos hacen, para hablar desde el corazón, moverse en armonía, pensar con sentimientos, y es aquí donde me interesa lo que yo hago para obstaculizarlos.


Disfruto trabajar a nivel preverbal para ofrecer un espacio de la narrativa lógica y analítica la cual no considero como un contacto total: trabajo con sueños, soporto agitación, preguntando a los clientes las sensaciones que sienten cuando etiquetan una emoción, gesticulan o toman una postura que ellos no pueden identificar como suya.


Yo apruebo expresiones genuinas y honestas y confronto las falsas y autodestructivas.  En este punto yo escucho las necesidades mas profundas normalmente expresadas en una forma inadecuada. Trabajo las polaridades para restablecer  el equilibrio y la función natural.


Si ellos hablan de un error de su pasado esperando un castigo o absolución, yo les preguntaré que fue lo que aprendieron. Cuando ellos lo comprenden, los hago regresar a los hechos. Si ellos proponen una acción que va en contra de sus valores, les pregunto como pueden vivir con ello. Cuando ellos culpan a alguien, yo debo ponerlos en los zapatos del otro. Cuando ellos hablan de ser rechazados, les pregunto como ellos rechazan a otros o a ellos mismos. Yo puedo pedirles que exageren un gesto, una actitud, una mala postura o sólo les pido hacer menos esfuerzo.


Cuando ellos me piden que interprete sus sueños, los invito a expresarse, en presente y en primera persona de los objetos dominantes, personas y atmósfera. Algunas veces, para enfatizar, les sugiero la frase: “Esta es mi existencia”.


Cuando juzgo una reacción como excesiva, les preguntaré que situación les recuerda;  a la que ellos la están relacionando. Si ellos me hacen una pregunta, yo les pediré que establezcan que es lo que están pensando. Y cuando decido responder, lo hago honestamente sin consentirlos.


Si ellos encuentran un duelo insuperable, yo comparto uno mío, y dejo mostrar mi dolor.


Si son incapaces de identificar sus emociones, puedo suspirar una palabra o sugerir dibujen sus sentimientos


Cuando un cliente llora por la muerte de un ser amado, le pido que llore por el mismo.


Cuando un cliente expresa culpabilidad, verifico sus resentimientos.


Cuando ellos olvidan algo que dijeron en alguna sesión anterior, yo debo recordarles lo que alguna vez me compartieron.  Yo les indico cuando ellos están regresando al pasado o están anticipando el futuro. Cuando ellos buscan el control de todo, les recuerdo la fuerza que hay detrás de nosotros.


Si me conmuevo o me aburro se los diré. Si me siento enojado, incapaz o incompetente, puedo optar por comunicarles como me siento. Comparto el mensaje que recibí de ellos. Si una imagen se cruza en mi mente, la evocaré. Y en el momento oportuno les pediré que me pregunten.
Aunque estoy entrenado para trabajos Gestalt, los utilizo escasamente. Debo emplear la “Silla Vacía” para iniciar un dialogo entre ellos y rasgos de rechazo de su personalidad o en situaciones de conflictos interpersonales así ellos perciben como proyectan sus partes desasociadas en otros.


A menudo, les pregunto a mis clientes si ellos podrán simplemente aceptar la existencia  de un sentimiento o de un hecho.


Normalmente, ellos no son capaces. Entonces les pregunto si ellos aceptarán el hecho de que ellos no son capaces de aceptarlo. Después de esto, usualmente ellos lo aceptan, y es el comienzo del cambio.


Pero principalmente, es en el silencio entre nosotros cuando el cliente da vuelta a su interior y siente lo que está sucediendo.


Mi papel como terapeuta es ayudar a mis clientes a aliviar su sufrimiento, esto implica disciplina personal y ética profesional de mi parte.


Clientes con síntomas psicosomáticos deben someterse a un examen médico; lo mismo para los clínicamente deprimidos con el fin de eliminar causas biológicas.


Si me encuentro atorado en repetidas ocasiones con un cliente buscare supervisión. Si siento que yo no puedo ayudar a el cliente, lo referiré. Yo me cuido a mí mismo en mis sesiones. Estoy atento a mis propia sensaciones físicas,  por ejemplo, me pararé por un vaso con agua si estoy sediento. Tomo por lo menos media hora entre cada cliente para hacer notas y desasociarme para estar totalmente listo para el siguiente contacto. Me cuestiono sobre mi necesidad de ser terapeuta. Y trabajo en la aceptación cada vez mayor de mi propio malestar personal.


Escuchar empáticamente, sí, pero no a expensas de mi propia salud mental. Compasión, por supuesto, pero adaptado a las necesidades del momento.


Nosotros somos quien somos para bien o para mal. Los seres humanos no somos perfectos. Los terapeutas tampoco, y no necesitan serlo. La capacidad de compromiso con uno mismo es suficiente. Cuando nosotros nos involucramos profundamente con nuestro clientes, se refina nuestra presencia, nuestro errores son claramente vistos, y la necesidad de lectura, supervisión, entrenamiento adicional o terapia personal es necesaria.


Cuando intento ser un buen terapeuta, nunca funciona. La sesión no va a ningún lado. El cliente se siente defraudado, creyendo que es su culpa.


Cuando yo acepto mi nerviosismo antes de cada terapia, tiemblo con frío y tengo la impresión de que me estoy abriendo a lo que viene la próxima hora.


Trabajo en un marco terapéutico: Un periodo de tiempo fijo, limitado por mi experiencia, mi entrenamiento, mis defectos personales, con información fragmentada. Y con todo esto, estoy ahí para un propósito.


Enfrentar a un cliente, que el compromiso es la única respuesta que yo tengo: Invertir toda mi energía y sentimientos, y arriesgar mi ser con ellos. Haciendo eso, confronto mis propios valores y  suposiciones terapéuticas. Compartiendo, es como invito al cliente a hacerlo: Para decir ruidosamente desde adentro que es lo que piensan, para compartir esperanzas y miedos, y llegar a lo insoportable. Algunas veces nos encontramos en la misma búsqueda.


En la medida en que yo acepte el curso de mi vida, mis propios ritmos y cambios, mis peores cualidades y mis propias dificultades en la vida, existe la posibilidad de que mi cliente saldrá de esconderse a encontrarme, de corazón a corazón, en ese espacio entre arrepentimiento y miedo, llamado terapia.


“Para llevar el corazón”, Heidegger demostró, es “tomar las cosas como son, frente de nosotros, aquí y ahora, en la presencia del presente.”


Este artículo fue publicado en Cognica, el boletín de la Guía Canadiense y Asociación de Asesoramiento (Noviembre 1997), en Guía de recursos (Octubre 1997), y Psicoterapia Québec (Enero 1998).

 

 

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