Autoría atribuída a
San Francisco de Asís
Señor, haz de mi un instrumento de tu paz.
Que allá donde hay odio, yo ponga el amor.
Que allá donde hay ofensa, yo ponga el perdón.
Que allá donde hay discordia, yo ponga la unión.
Que allá donde hay error, yo ponga la verdad.
Que allá donde hay duda, yo ponga la Fe.
Que allá donde hay desesperación, yo ponga la esperanza.
Que allá donde hay tinieblas, yo ponga la luz.
Que allá donde hay tristeza, yo ponga la alegría.
Oh Señor, que yo no busque tanto ser consolado, sino consolar,
ser comprendido, sino comprender,
ser amado, sino amar.
Porque es dándose como se recibe,
es olvidándose de sí mismo como uno se encuentra a sí mismo,
es perdonando, como se es perdonado,
es muriendo como se resucita a la vida eterna.
1 Corintios 13,4-7
La Biblia Textual
El amor es paciente, es bondadoso.
El amor no es envidioso ni jactancioso ni orgulloso.
El Miedo, la desconfianza, los celos y las envidias no son compatibles con el amor. Allí donde está el amor, el verdadero amor, reina la confianza y no hay lugar para el miedo.
"El gran libro del arte de la vida", p. 171
Anselm Grün
(Traducción libre del alemán)
Foto: Ins Licht - René Kriesch
Aquellos que han alcanzado todo lo que anhelaban experimentan un sentimiento de vacío interior. "El uno puede ser nombrado futbolista del año, el otro recibir una Summa Cum Laude en su doctorado, conquistar el corazón de la pareja perfecta o ganar tanto dinero como para permitirse el estilo de vida que desea." (Christina Grof) Sin embargo en medio de la abundancia queda el vacío interior... y la añoranza de algo completamente distinto se hace todavía más grande.
Nada terrenal, ni el éxito, ni ningún ser querido puede tranquilizar nuestra inquietud interior. Sólo la alcanzaremos cuando encontremos la fuente que no se agota nunca y que es la seguridad y el hogar del que no seremos desterrados nunca, y el amor que no se diluye nunca ni se derrite entre los dedos.
"El gran libro del arte de la vida", p. 164
Anselm Grün
(Traducción libre del alemán)
Reconoce lo maternal en ti. Toma en tus brazos maternales al niño herido que hay en ti. Trátate maternalmente a ti mismo. Así, no necesitarás a lo largo de toda tu vida esperar más que tu madre te dé el amor que tanto anhelas, que tu madre pronuncie aquellas palabras de elogio y reconocimiento que tanto necesitas. Sé tu mismo madre. Cógete en brazos a ti mismo cariñosamente. Y regálate la seguridad, que el niño herido que hay en ti necesita. En ti hay suficiente energía maternal porque tú mismo eres parte de la energía y el amor maternal de Dios.
Foto: Prachstück - René Kriesch